Hace ya varios años que se viene estudiando la relación entre una dieta baja en calorias  y la longevidad de los seres vivos.

Entre tantas dietas que se ofrecen, y que con los años van mutando y hasta contradiciéndose, la dieta hipocalórica es practicamente la única de la que se tiene certeza que mejora la salud y prolonga la vida.

Hay muchos estudios de laboratorio con animales, y  han comprobado que la longevidad de los animales, tanto en su edad máxima como en su promedio de años vida aumenta cuando se los somete a dietas de calorías restringidas.

Pero no se trata solamente de comer menos, se trata también de comer mejor, mucha fruta y hortalizas. Está demostrado además que mientras más estricta la dieta, y mientras antes se la adopte, más longevidad se obtiene.

 

 

Entre los beneficios para la salud que se logran con dietas hipocalóricas de por vida tenemos: se reducen al mínimo las probabilidades de sufrir ataques al corazón, cáncer o diabetes, se previenen enfermedades a los riñones, o enfermedades como el Parkinson y el mal de Alzheimer, se minimiza la incidencia del deterioro del sistema inmune que casi siempre aumenta con la edad, se disminuye el colesterol en la sangre, y se preservan intactas las capacidades mentales.

Todo esto está demostrado con ratas de laboratorio, y otros roedores; también en arañas, lombrices y varios tipos de insectos, y con datos aún preliminares, también en primates.

En humanos no está probado directamente, pero todas las estadísticas de gente longeva lo comprueban.

La dieta para la longevidad debe contener entre un 30 y un 50% menos de calorías que una dieta normal; es decir, en lugar de ingerir 2100 Calorías diarias, hay que consumir 1500 como máximo, pero de alimentos ricos en vitaminas y minerales, de preferencia de origen vegetal.  

Y no debe ser una dieta sino una forma de vida, si se quiere ser longevo, el comer poco pero bien debe ser una costumbre.

Y no lo olvidemos, también hay que acostumbrarse a pasar hambre y a pasar frío.

 

 

Los científicos piensan que se trata de una reacción de los organismos frente a la escasez de alimentos, un logro evolutivo que aumenta las defensas del organismo (energiza el sistema inmune) a un grado mayor al normal para ayudar al animal a sobrevivir mientras llega el alimento; este proceso de alerta máxima del sistema inmune va acompañado por otro lado, de una bajada de nivel de la capacidad reproductiva.

Los animales con hambre son menos fértiles que los animales normalmente alimentados. Esto quiere decir que el sistema inmune de cada organismo puede permanecer en estado de alerta por períodos muy largos, con tal que vitaminas y minerales sean provistos con suficiencia, y que se ingiera diariamente una dieta hipocalórica.

A esta hipótesis se agrega el hecho de que las dietas de calorías restringidas reducen los daños oxidativos a las células y los órganos del cuerpo. El daño oxidativo, en condiciones normales, aumenta con la edad.

 

Entonces, la dieta hipocalórica, al proporcionar menos alimento y por lo tanto, menos combustible para las mitocondrias, hace que el oxígeno disponible normalmente siempre se lleve los electrones liberados por la conversión de alimentos en energía, minimizando así la aparición de radicales libres. No sólo eso, la dieta hipocalórica pareciera aumentar también la regulación de la producción de encimas que neutralizan los radicales libres. Así, la longevidad se ve alargada por una alimentación con calorías restringidas, porque dicha dieta reduce el estrés oxidativo y el daño a las mitocondrias, y aumenta la capacidad de eliminación de radicales libres.

 

 

 

En edades avanzadas, los ratones de laboratorio sin restricciones calóricas ocupaban su actividad genética en reparar daños por oxidación, mientras que la actividad genética de los ratones con restricciones de calorías se ocupaba en procesos de biosíntesis de proteínas nuevas (este proceso es característico de organismos jóvenes o en crecimiento) y muy poco en procesos de reparación celular.

 

Dietas hipocalóricas en humanos


Los datos que se tienen hasta el momento son muy exiguos. Generalmente las poblaciones con dietas hipocalóricas están también desnutridas, con deficiencias vitamínicas y minerales.

La excepción es Okinawa, una isla japonesa famosa por la longevidad de sus habitantes. 

Ellos consumen tan sólo el 70% de las calorías de un japonés promedio, comen sobretodo pescado y vegetales, su población tiene muchas menos enfermedades, menos diabetes y menos tumores. Ante tantos factores posibles en el estudio de una población, los científicos se preguntan sobre la importancia de esas calorías de menos que consume la gente de Okinawa.

Esta población japonesa tiene además una costumbre muy particular: no comer nunca hasta quedar satisfecho, sino siempre dejar el plato con un poco de hambre.

Encontrar voluntarios que quieran someterse por decenas de años a una dieta hipocalórica de hambre constante y un poco de frío corporal, hasta llegar a viejos, es una tarea posible solamente a nivel individual o de muy pequeños grupos (como el caso del Dr. Michael Cooper), pero casi imposible para ensayos de cientos o miles de hombres.

Por eso los científicos han optado por ensayar la dieta hipocalórica por largos años en primates. Son doscientos monos (monos rhesus y monos ardilla), la mitad de ellos sin restricciones de calorías y la otra sí, en un gran y largo experimento de al menos 35 años de duración llevado a cabo por el Instituto Nacional del Envejecimiento de los Estados Unidos (NIA).

Varios de ellos, entre los del grupo de la dieta de la longevidad, ya presentan signos muy inusuales de buena salud.